miércoles, 9 de abril de 2008

PERÚ: Mística e Historia en el Egipto de las Américas

Entré a Perú con una rápida pasada por la ciudad de Puno que hizo de nexo para conectar con un bus hacia Cusco, pero las 4 horas de espera que allí pasé fueron suficientes como para visitar a la comunidad de los Uros. Estos indígenas tienen la peculiaridad de vivir en el Lago Titikaka, del lado peruano sobre unas islas flotantes de totoras (un junco que crece allí), pero lo que es realmente impresionante, es que ellos mismos las construyen! Con ese mismo material arman sus viviendas y embarcaciones que las llaman: caballitos.



Ellos viven sólo con lo necesario y sus costumbres se han mantenido durante varios siglos (como la de no utilizar calzado a pesar de las bajas temperaturas).



Luego, junto a Ana y una pareja de chilenos que conocimos en la Isla del Sol, viajamos toda la noche hasta Cusco. Allá conocimos a Nati, Male, Pau y Sofi con las que conformé un lindo grupo durante las 2 semanas que nos quedamos en la ciudad.



El mismo día que llegamos a Cusco había una protesta en contra de la privatización de los predios cercanos al Machu Picchu, que aún hoy está vigente.



Sin embargo varias agencias permanecían abiertas y aproveché a preguntar y comparar precios del camino del Inca rumbo al Machu Picchu (es increíble como cambian los precios de una agencia a otra para exactamente la misma excursión). Por suerte conseguí disponibilidad, ya que al camino del Inca solo pueden entrar un número limitado de personas por día hasta fin de enero y en febrero lo cierran. Obtuve un precio muy barato que además incluía el préstamo de una bolsa de dormir más compacta y una mochila mediana.

Ese día desafortunadamente se me ocurrió llevar al zapatero mis zapatillas -cuya punta se estaba despegando- para que las arregle. Esto luego me trajo bastante dolor de pies, pero ahora ya estoy perfecto.

Cusco fue la antigua capital del imperio incaico y por lejos es el destino turístico más importante de Perú (y uno de los más concurridos de Latinoamérica). Es que "el Cusco" -como lo llaman los locales- tiene todo y para todos los bolsillos; es una atractiva ciudad colonial plagada de sitios arqueológicos interesantes, tiene una excelente oferta cultural y su activa vida nocturna genera la sensación de que cada noche parezca de sábado.

A esta ciudad también se lo apoda "el ombligo del mundo", y se la considera un centro energético, que por cierto nos atrajo más de lo que creíamos.

Cusco cuenta con un clima raro, a veces hace calor, pero por la noche siempre hace frío. Además en esta época llueve casi todos los días. Sin embargo, hay que aprovechar cuando sale el sol para sentarse junto a la fuente de su Plaza de Armas a observar las bellas construcciones que la rodean –mate de por medio- y caminar sus calles de adoquines, para ir descubriendo las bellezas escondidas que posee. Así un día llegué a ver el barrio de San Blas y sin buscarla me encontré con la "Piedra de los doce ángulos", reconocida por el perfecto ensamble que realizaron los incas con ella (este detalle luego fue utilizado ingeniosamente por la deliciosa "cerveza Cusqueña" que lo agregó al diseño de sus botellas)

Para visitar los lugares de interés cultural, se puede adquirir un boleto turístico unificado que sirve para utilizar dentro y fuera de la ciudad.

El primer parque arqueológico que visitamos –gracias a que milagrosamente el diluvio paró cuando nos decidimos a ingresar- fue Pisaq que posee unos andenes y un sistema de irrigación impresionantes.



Otro día fuimos al Museo de Arte Popular, al Histórico Regional, al de Arte Contemporáneo y al del Convento de Santa Catalina. Todo esto mientras nos preparábamos para el "Inca Trail".

Alquilé botas especiales para la lluvia (que de paso me ayudarían a disminuir el dolor de mis pies inflamados) y nos compramos pantalones y ponchos impermeables.

El día finalmente llegó y bien temprano nos pasaron a buscar para llevarnos hasta Ollantaytambo donde desayunamos, compré un par de pastillas potabilizadoras de agua y un bastón de madera que fue de gran utilidad para las subidas y bajadas que se sucedieron a lo largo del trayecto.

De ahí nos llevaron hasta el control del Km. 82 desde donde iniciamos nuestra procesión.



Yo caminaba junto a Nati, Male y Pau (ya no estábamos con Ana, ni los chilenos que se habían ido, y Sofi se quedó en Cusco por un dolor de rodillas). Todo iba bien hasta que llegando al final de la subida más empinada de ese día, por un camino angosto junto al precipicio, a Nati, que caminaba delante mío, le dieron convulsiones. En una rápida reacción, junto a un guía pudimos sujetarla y sentarla antes de que se caiga al barranco. Este fue un momento muy tenso ya que ella no tenía ningún antecedente de epilepsia y nadie sabía por qué le estaba ocurriendo eso. Por suerte había un médico y una estudiante de medicina en los grupos que la atendieron. Conversando con ella tomaron la decisión de que regrese a Cusco, y sus amigas Pau y Male la acompañaron. Felizmente luego todos nos reencontraríamos el 4to día directamente en Machu Picchu.

Desde ese entonces, mi compañera de caminata fue Gabriela que estuvo a punto de abandonar también ese primer día mientras oscurecía y buscábamos sólos cómo llegar al campamento, pero con un poco de aliento se animó a continuar.

Así pasaron los días donde caminamos durante muchas horas algo más de 40 km. por senderos complicados; sobre todo el segundo día donde la subida parecía que no terminaba más, hasta que llegamos a los 4200msnm y vimos que todo lo que sube, baja. Este camino se vuelve un desafío que al concluirlo llegando a la Puerta del Sol -desde donde se observa esta nueva maravilla del mundo- se convierte en un logro personal que difícilmente pueda ser olvidado.

A lo largo de la caminata los paisajes son una mezcla de montañas y vegetación, aunque en esta época, las espesas nubes hacen un poco difícil apreciar toda la belleza que hay alrededor. No obstante, las ruinas incaicas que uno encuentra mientras transita el sendero ya lo hacen suficientemente interesante.

Este recorrido se presta para "liberar la mente" y dejarse llevar por los pensamientos que vienen de la mano de la inmensidad de la naturaleza que a uno lo rodea y de la historia de las civilizaciones que caminaron por ese mismo lugar.

Además el esfuerzo de cada día se disfruta cuando al llegar al campamento, los porteadores te reciben con una deliciosa comida caliente que yo saboreaba a pesar de que mi estómago no se encontraba en la mejor de las condiciones.

Estos porteadores, son los encargados de armar las carpas y preparar la comida. Ellos merecen este párrafo aparte ya que te levantan temprano, llevándote un matecito peruano de coca a la carpa, desarman todo y se van, cargando más de 30 kilos en sus espaldas hasta otro punto de descanso donde preparan la siguiente comida. Es increíble como estos hombres -cuya paga es muy escasa- caminan (y hasta corren) por el Camino Inka en sandalias, cargando carpas, alimentos o garrafas sobre sus hombros para que cuando el grupo llegue a su encuentro todo esté listo.



La última noche nos hicieron una cena fantástica y luego de una emotiva despedida donde aprovechamos para entregarles una propina, se armó una divertida fiesta con el resto de los grupos.

A la mañana siguiente estábamos todos tan exaltados que hicimos el trecho restante casi al trote, porque luego de varios días nublados, este último día fue de un sol radiante que nos permitió ver la ciudad perdida de Machu Picchu en su esplendor desde el Intipunku, desde donde se ve una comunión perfecta entre arquitectura y naturaleza.

Machu Picchu significa "montaña vieja"; esta ciudadela fue construida en el siglo XV, aunque luego fue redescubierta casi por casualidad entre la selva en 1911.

Apenas entramos al predio me reencontré con las chicas que se unieron a la explicación que nos dio el guía. Vimos el Intihuatana (observatorio solar), la roca sagrada y el templo principal donde se aprecia el admirable trabajo que se tomaban los incas para pulir y colocar cada piedra. Después enfilamos hacia el Wayna Picchu o "montaña nueva". Este es precisamente el monte que le da al Machu ese fondo majestuoso, que convierte a cada foto que uno toma en una postal.



Escalar el Wayna no fue fácil, sobre todo por el cansancio que ya acarreábamos de la caminata, pero desde sus alturas se obtiene un ángulo totalmente distinto de las ruinas.



Allí arriba Male, Pau y Nati me contaron que se volvían a Bs. As. y Sofi que decidió seguir viajando conmigo durante unos días más.



Cuando contraté la excursión, yo había decidido quedarme a descansar 1 noche en el pueblo más cercano, llamado Aguas Calientes. Esta fue una buena decisión ya que al día siguiente fui a relajarme a las piletas termales que le dan nombre a este pueblo formado íntegramente por y para el turismo, mientras conversábamos con chicos de otros grupos; sobre todo con dos veterinarios cordobeses que contaron todo tipo de curiosidades y divertidas historias de animales.

Esa misma noche cuando llegué a Cusco, nos juntamos con dos de los grupos del Camino del Inca para despedirnos comiendo una parrillada y de ahí nos fuimos a bailar hasta el amanecer.

Ya con Sofi, hicimos un city tour que comenzó por el convento de Qoricancha y luego nos llevó por distintos sitios arqueológicos como Sacsayhuaman, Quenqo, Puka Pukará y Tambo Machay.



De ahí fuimos al Centro Qosqo de Arte Nativo donde apreciamos una serie de danzas típicas con su música interpretada en vivo, y finalizamos el día asistiendo a una fiesta que se celebró en la calle frente a una de las iglesias de la ciudad.

Antes de irnos de Cusco pasamos por el monumento a Pachacútec -el noveno gobernante del Estado Inca y el más influyente para convertirlo en imperio- y seguimos viaje hacia Arequipa, donde el clima se tornaría más cálido; por eso entregué mi bolsa de dormir en el hostal como parte de pago.



Ni bien llegamos a la segunda ciudad más grande de Perú, partimos en una excursión de 2 días hacia el Cañón del Colca, uno de los cañones más profundos del mundo. En el camino, hicimos algunas paradas hasta llegar a Chivay, donde nos alojamos.

Ese día nos llevaron a unas piscinas termales y a una peña folklórica, donde me sacaron a bailar uno de los bailes de la zona. Todo se volvió todavía más divertido afuera, cuando participamos de una celebración llamada Yunza, en la cual se plantan árboles en las calles y la gente baila alrededor de ellos al ritmo de los tambores. Luego alguien se sitúa frente al árbol, toma chicha –bebida fría de maíz fermentado, harina de trigo y agua- y arroja un poco al tronco antes de comenzar a talarlo con un hacha.

Así se van sucediendo las personas hasta que el que tumba el árbol -que está decorado con todo tipo de regalos en su copa- es el encargado de adornar y colocar el árbol al año siguiente.

Al otro día, salimos temprano hacia el Valle del Colca, pasando antes por distintos pueblos, donde sus habitantes exhibieron sus bailes típicos y algunas de sus mascotas.



Finalmente llegamos al Cañón del Colca, que posee más de 3000 metros de profundidad.



Allí hicimos un trekking corto hasta llegar a la Cruz del Cóndor donde avistamos a estas aves en pleno vuelo, aunque la mayoría se encontraba revoloteando a cientos de metros bajo el mirador.



De regreso en Arequipa, entramos a uno de los lugares más populares entre los peruanos: los casinos con máquinas tragamonedas, que se encuentran hasta en los pueblos más pequeños.

Lo bueno es que allí, mientras uno se mantenga jugando te sirven de comida y bebida. Así que en una de las varias veces que fuimos además de nuestra cena gratuita, nos ganamos 70 soles.

También quejándonos con la gente de la agencia, que nos vendió el tour del Colca más caro que a otros pasajeros, conseguimos que nos hagan un tour por la campiña de la ciudad (las afueras) sin cargo.

Arequipa, al igual que Sucre en Bolivia, también es llamada "ciudad blanca", pero aquí no es por la pintura de sus construcciones históricas, sino por el material con que están realizadas. Se trata de una piedra de lava volcánica llamada "sillar". Gracias a ella, las edificaciones se han mantenido en buenas condiciones durante muchos años, a pesar de los numerosos sismos que afectaron a la región.



Con el city tour recorrimos varios miradores, entre los que se destaca el de Yanahuara que brinda una vista privilegiada de la ciudad con el Volcán Misti de fondo.



En la recorrida también disfrutamos de un dulce queso helado recién preparado y visitamos una fábrica de prendas confeccionadas con lana de alpaca, llama y la fina lana de vicuña.

Concluimos nuestro paseo en un restaurante especializado en "cuy chactado", que es un cuis que uno elige para que luego lo cocinen frito bajo unas piedras.



En la ciudad también visitamos el Convento de Santa Catalina, al que conseguimos ingresar por 1/6 de su valor normal.

Este convento de clausura, albergó a las hijas de las familias más distinguidas de la ciudad durante 4 siglos. Allí dentro hay una ciudadela con 40 casas en las que las monjas vivían en completa reclusión, salvo por el contacto que entablaban con sus sirvientas. También desde allí nos dirigimos al Molino de trigo de Sabandía, construido a fines del 1700.

Esa noche, cuando salimos a escuchar una banda de covers argentinos en un bar, nos encontramos con unos chicos arequipeños con los que combinamos para salir al día siguiente hacia las playas cercanas de Mejía y Mollendo. Allí hice la primera incursión de mi vida en el Océano Pacífico y pude contemplar de un bello atardecer en el mar.



También degusté un gigantesco plato de sabroso ceviche, que se prepara macerando trozos de pescado o mariscos frescos en jugo de limón y se lo condimenta con rocoto (ají), cebolla y sal.

De Arequipa seguimos camino al calor. Nuestra primera parada fue Nazca, ciudad mundialmente célebre por las misteriosas figuras trazadas en medio de su desierto. Se cree que las "Líneas de Nazca" han sido realizadas hace más de 1500 años, pero fueron descubiertas recién el siglo pasado ya que sus diseños, sólo pueden ser apreciados desde el aire. Así han surgido todo tipo de conjeturas que expliquen su existencia, desde la más científica que las relaciona con lo astronómico como si fuera un gigantesco calendario pre-Inca, hasta la que se aventura en establecerlas como mensajes de seres provenientes del espacio exterior. Lo cierto es que sobrevolar y observar 12 de estos dibujos es una experiencia que asombra hasta a los más escépticos por la increíble precisión con la que fueron realizados.



Fue la primera vez que me subía a una avioneta de 4 tripulantes incluyendo el piloto, y me tocó hacer de copiloto. Así que, luego del habitual sondeo de precios en busca del menos costoso y con el Cerro Blanco de fondo, que es la duna de arena más alta del mundo, levantamos vuelo para observar durante una media hora de recorrido a la ballena, el mono, el perro, la araña y el colibrí, entre otros.



Antes del aterrizaje, el piloto hizo una pequeña acrobacia con la que se ganó mis aplausos y una buena propina.

Después con los chicos que hicieron el vuelo conmigo, y con Sofi hicimos una excursión a un cementerio de los Nazcas ya que en él se hallaron momias con más de 1.000 años de antigüedad muy bien conservadas gracias al clima seco de la región.



Posteriormente presenciamos una explicación del proceso artesanal de la cerámica que usaba la cultura Nazca y luego nos contaron cómo realizan la extracción artesanal del oro de las minas cercanas, usando agua y mercurio.

De allí nos dirigimos a un acueducto subterráneo construido hace más de 1500 años y que todavía funciona. Por último, vimos -esta vez desde tierra- unas líneas geométricas que se trazaron cerca de allí.



Dimos una vuelta por el centro y nos fuimos para Ica, que podría ser apodada como "la ciudad de los bocinazos" ya que por más que no es una ciudad muy poblada, el barullo que hay en sus calles es insoportable. La mayoría de los conductores tocan el "claxon" por gusto, sobre todo los taxistas que lo hacen para llamar la atención de los peatones. Esta contaminación sonora ya me había molestado bastante en Bolivia y en otros lados de Perú, pero fue en Ica donde me sacó de las casillas y por eso, luego de pedir información turística, decidí hacer un reclamo al municipio argumentando que semejante ruido ahuyenta a los turistas. Ese mismo día nos escapamos del bullicio en una excursión que nos llevó por 3 bodegas de esta región vitivinícola para que nos expliquen el proceso de elaboración del vino y del pisco (típica aguardiente de uva), cuya propiedad Perú se disputa con el vecino país chileno.

La primera bodega era industrial y las dos siguientes artesanales. En cada degustación comparábamos –alegremente- los sabores de vinos blanco, rosé, tinto, perfecto amor y de cachina (licor a base de mosto de uva fermentada).

Más tarde nos llevaron a Cachiche, un lugar con fama de haber sido habitado por brujas, donde se encuentra la Palmera de las 7 Cabezas.

La excursión terminaba con una visita a la Laguna de Huacachina, pero en vez de regresarnos, nos quedamos a pasar unos días en un hotel frente a este oasis situado en medio de un desierto de arena. Ahí nos relajamos bastante, aunque hicimos un par de escapadas a Ica para cenar y salir a bailar a The Who.



Nota: Ni esta, ni ninguna de las fotos que saco y publico tienen retoques. Nada de Photoshop, ni de otros inventos de la tecnología que se usan para cambiar el verdadero aspecto de las cosas. Aclaro porque ni yo puedo creer los colores que se vieron reflejados esa tarde en la laguna.

En Huacachina tuve la posibilidad de subirme a un tubular 4x4 V8 que nos llevó a un paseo por las dunas del desierto, que se transformó en una aventura tal que en algunos tramos superaba a cualquier montaña rusa.

Así subíamos a las dunas desde donde nos lanzábamos con una tabla de sandboard y luego el conductor nos pasaba a buscar y nos llevaba a otras dunas, que cada vez eran más altas y empinadas.



Por querer filmar las partes más excitantes de este recorrido, a mi cámara le entró un poco de arena y el zoom comenzó a emitir un sonido un poco raro. Por eso, unos días más tarde, la llevé a un servicio técnico de Lima para una limpieza.

Al día siguiente madrugamos para salir hacia Paracas, desde donde tomé una lancha a las Islas Ballestas, que tienen una de las mayores concentraciones de aves marinas en el mundo.

Al inicio del recorrido observamos un gigantesco candelabro diseñado en la ladera de una montaña y de allí nos dirigimos al hábitat de los lobos marinos, pingüinos de Humboldt, pelícanos y cormoranes que se encuentran cohabitando en grandes rocas; muchas de las cuales como consecuencia de la erosión forman bonitos arcos naturales.



La excursión tuvo un agradable final ya que antes de llegar al muelle pudimos ver unos traviesos delfines que se escondían cada vez que nuestra lancha se les acercaba.

Luego pasamos por Pisco, que fue la ciudad más afectada por el terremoto que hace poco más de medio año les quitó la vida a más de 500 personas. Las construcciones del centro aún se encuentran muy dañadas; una muestra de esto es que la misa del domingo por la mañana se estaba llevando a cabo en una carpa que levantaron entre lo poco que quedó en pie de la catedral.



Desde allí seguimos camino a Lima, la capital de Perú. Allí nos hospedamos en un barrio un poco alejado del centro, en la casa del padre de Karim, una chica que conocimos en Colca. Mandé mi cámara a un service preventivo, pero cuando la fui a buscar la dejaron peor de lo que estaba (le descalibraron el foco) así que la volví a llevar y quedó bien, a pesar de que todavía cuenta con los rayones propios de la caída en el camino de la muerte boliviano.

Con Sofi nos dedicamos a recorrer el barrio más bonito de la ciudad: Miraflores y el Centro Comercial Larcomar que está sobre una colina frente a la costa, desde donde se ve el atardecer a las 18.30 hs.

En Lima finalmente encontré un par de zapatillas económicas para reemplazar las que me lastimaron en Cusco, ya que en el resto de las ciudades había buscado y no encontraba talle a pesar de que sólo calzo 42/43... me pregunto cómo hubiese hecho Ginobili…También recorrimos el centro histórico y advertimos una gran diferencia de clases sociales entre los sectores recorridos.

Una vez que Sofi se regresó a Bs. As. yo me mudé a un hostel en Miraflores y me reuní el resto de los días sobre todo con Gisella y Claudia, dos exitosas jóvenes abogadas de Lima que con el correr de los días se convirtieron en grandes amigas.

Conocí a Gise en Bs. As. hace 1 año, y junto a sus amigas se encargaron de llevarme a pasear por los lugares más lindos de Lima.

Fuimos a distintos conciertos como los de La Mente y Bareto en Gotika de Larcomar, presenciamos un show de reggae a 50 km. de la ciudad en El Dragón del Sur donde luego nos quedamos bailando al aire libre.

Gise, me dio un cd de La Mente y otro de música andina para recordar esos sonidos cuando ya no esté en Perú, pero además se jugó cuando me regaló un vuelo en parapente. Esta experiencia fue increíble, no solo por el espectacular paisaje de la ciudad que se aprecia desde el aire, sino por la adrenalina que vivimos cuando en este vuelo -que era el primero de mi vida- el viento dejó de soplar y nos vimos obligados a aterrizar el tandem en la vereda de la costa.

Al igual que la caida en mountain bike en Bolivia, esto también lo tengo en video, pero no lo cuelgo acá porque no es apto para impresionables :P

El saldo de este "percance" fue un tacho de basura roto, un pequeño raspón a una camioneta, el enredo de las sogas del parapente en una lámpara y la invitación por parte del instructor a hacer otro vuelo totalmente gratis cuando mejoraran las condiciones climáticas (él y yo salimos felizmente ilesos). Así que unos días más tarde, cuando el viento soplaba con fuerza volvimos a volar, pero esta vez fue algo bien relajado. Desde arriba, observé la costa verde en su totalidad (donde antes había estado haciendo mis primeras incursiones con la tabla de bodyboard) y pudimos volver a aterrizar perfectamente en la cima.





Con Gise y Clau fuimos a conocer el Circuito Mágico del Agua, una majestuosa obra inaugurada el año pasado y que constituye el complejo de fuentes más grande del mundo. La altura que alcanza el agua que expulsa su fuente más potente es de 80 mts.



Cuando salimos de ahí, las chicas me llevaron a hacer un "pisco tour" que comenzó en La Calesa, un bar galardonado por poseer uno de los mejores pisco sours de Lima. Allí además probé el maracuyá sour y el camu camu sour (preparado con un fruto de la selva) acompañados por unos ricos tequeños de queso.

Desde allí continuamos el tour en otro de los bares más famosos por la preparación de esta bebida: Huaringas, donde degustamos varios más: el mango sour, ciruela sour, lima y granadilla sour, esta vez acompañados por la típica cancha (maiz tostado salado). Todo terminó con un obsequio de parte de las chicas, acorde con la temática: una buena botella de Pisco.



Al otro día me invitaron de nuevo al último lugar donde tomamos los piscos, ya que de día funciona ahí el restaurante Las Brujas de Cachiche, que es uno de los mejores en comida típica peruana. Así que con música tradicional de fondo -que interpretaba una pianista- degustamos deliciosos anticuchos (brochetas de corazón de vaca), rocoto relleno, chicharrón de cerdo, papa a la huancaína, camote, causa rellena de cangrejo y terminamos la jornada con una rica torta 3 leches de cumpleaños (ficticio), como cortesía de la casa.

Luego fui al museo "Oro del Perú y Armas del Mundo" que era el más caro que me tocó visitar en el viaje. Este posee una exposición muy completa de armas de todas las épocas y regiones y una sorprendente colección de artículos de oro pertenecientes a culturas prehispánicas.

Ese día también fui gratis al cine -con una entrada que me regaló Mc Donalds- y vi la película que luego ganó el Oscar: No Country For Old Men.

Otra de las amigas que volví a ver en Lima, fue Dania que me pasó a buscar por la Huaca Pucllana –un centro ceremonial construido hace más de 1500 años por la cultura Lima en medio de lo que hoy es la ciudad moderna-. De allí fuimos a almorzar en el "chifa" (restaurant chino) del exclusivo -y machista- Club Regatas. Acompañamos la comida con Inca Cola (gaseosa peruana dulce y de color amarillo, tan popular ahí como la Coca-Cola) y una hermosa vista de la costa desde el 6to piso.

Pude volver a comer "chaufa" (arroz chau-fan) en el mismísimo barrio chino y pasear por el centro viendo el Palacio de Gobierno y la Plaza Mayor, el Monumento a San Martín (que declaró la independencia de Perú desembarcando por Paracas) y algunos parques.

Lima, posee más de 8 millones de habitantes, entre los que se encuentran Clau y Gise que hicieron que me quede en la ciudad mucho más tiempo del que pensaba ya que siguieron proponiendo más y más salidas. Fuimos a tomar un vinito y escuchar música en vivo a La Posada del Ángel, me armaron una demostración de los bailes típicos peruanos, me llevaron a probar comida de mar que incluyó Tacu-Tacu (arroz con mariscos y frijoles) y Uñitas de Cangrejo ¡deliciosas! Terminando de almorzar recibí un obsequio más ya que ellas llevaron una notebook al restaurant y me mostraron una presentación que armaron en dvd con fotos, videos y anécdotas que quedaron de la semana que pasamos juntos. ¡Muchas gracias a "mis patas"!

Así, lleno de buena vibra, seguí camino para Huaraz y volví al frío y la belleza de los lugares montañosos. Allí hice una excursión que me llevó por distintos pueblitos de los que destaco el nuevo pueblo de Yungay, ya que el antiguo desapareció sepultado bajo un gigantesco alud que fue generado por un terremoto en 1970 y que acabó con la vida de más de 20000 personas. Finalmente llegamos a las Lagunas de Llanganuco que son muy bonitas. Lo malo fue que las nubes propias de ésta época húmeda impedían la visibilidad de los picos nevados de la Cordillera Blanca, que contrasta con su vecina de enfrente, la Cordillera Negra (cuyas montañas no están nevadas).



Esa misma noche salí para Trujillo, donde visité Chan-Chan, las ruinas de una ciudad bellamente decorada con dibujos relacionados a la piscicultura, realizados por la cultura Chimú. Ésta constituye la ciudad de barro más grande de América Prehispánica.



Como la explicación de la guía me salió muy cara (pagué 5 veces más que el costo de la entrada) decidí hospedarme en la casa de la familia de Pylar, que me hizo lugar en su cálido hogar, cuando regresé de las playas de Huanchaco, que recorrí con una española que conocí en las ruinas.

Con Betsy, una de las hermanas de Pylar, salimos a escuchar bandas en Tributo Bar y en Nuestro; y a bailar al "horno" de Bizarro. También recorrí un poco la ciudad con ella y con su otra hermana, Milagros.

De Trujillo seguí hacia el norte para mi último destino en Perú: Máncora, una playa famosa entre surfers. Es un lindo lugar para quedarse, con opciones económicas para mochileros. En esos días había una invasión de chincharros (insecto que parece un escarabajo volador), que sumados a los mosquitos y moscas se volvían bastante molestos. Lo loco fue que allí caminando por la playa me encontré por casualidad con Stefi, mi amiga de Suiza que conocí viajando a Cuba y que en unos días se iba para Argentina a terminar su viaje. (Este encuentro casual me hizo acordar mucho al que tuve con mi amigo Peter de Inglaterra. Con él viajé en Guatemala y nos volvimos a cruzar 3 meses más tarde en Colonia, Uruguay).

De Máncora seguí a Tumbes para cruzar la frontera. Después de engorrosos trámites y el pago de una multa –que con insistencia logré reducir- por excederme dos semanas de los 30 días permitidos que me habían sellado en mi pasaporte, pude cruzar a Ecuador.

Así concluyó mi paso por Perú. Creo que ya escribí bastante de este país que me dio mucho más de lo que esperaba, por lo tanto el resto de las historias "bravazas" que acumulé quedarán para que se las cuente personalmente…